Aunque "El entierro del Conde de Orgaz" es una de las obras más conocidas de El Greco la inmensa mayoría de los españoles sería incapaz ya no de situar Orgaz en un mapa, si no tan siquiera de adivinar por qué provincia cae. De hecho en estos días y por temas que no entran en la temática de este blog es mucho más conocida la vecina localidad de Los Yébenes, al otro lado de la sierra de su mismo nombre y que sirve de límite municipal.
El Castillo de Orgaz es tal vez su monumento más representativo y data del siglo XV y fue construido sobre una edificación anterior del XII.
O sea, que el protagonista del cuadro no vivió aquí, aunque tal vez sí lo hizo sobre el castillo anterior. Y ni siquiera era conde, porque la Villa de Orgaz no fue condado hasta el siglo XVI.
El castillo estuvo amenazado de ruina e incluso llegó a demolerse su interior. Afortunadamente para todos un particular lo compró, lo restauró y lo destinó a vivienda. A la muerte de su heredera el inmueble pasó a ser propiedad del ayuntamiento ya que su testamento así lo dispuso.
Orgaz, como tantos otros pueblos de Castilla-La Mancha, está rodeada de cultivos de trigo, vid y olivo. En una comarca tan llana la mejor forma de verlo es subiéndose a alguno de los montes circundantes, como este de la Sierra de los Yébenes que subí por la N-401A, el antiguo trazado de la N-401. Mi idea era ver unos molinos, pero una vez vistos de más cerca tampoco merecían tanto la pena y yo iba con prisa.
El Entierro del Conde de Orgaz
Y ya que hablamos del cuadro os cuento su historia. Cuando Gonzalo Ruiz de Toledo, el que es enterrado, pasó a mejor vida dejó en su testamento una obligación a los vecinos: “páguese cada año para el cura, ministros y pobres de la parroquia 2 carneros, 8 pares de gallinas, 2 pellejos de vino, 2 cargas de leña, y 800 maravedís”.
Vamos, que a diferencia de su última propietaria privada, a los del pueblo no sólo les da sino que encima les quita en su testamento.
Por eso de que el tiempo pasa y las tradiciones se van olvidando los vecinos dejaron de pagar. Y dos siglos después a uno de los herederos se le ocurrió reclamar las cantidades dejadas de pagar. Un pico, claro.
Así que el heredero, agradecido de cobrar para si mismo lo que era para el cura, ministros y pobres, decidió homenajear a Don Gonzalo encargando el cuadro, que costó unos 1200 ducados (lo que para la época era una auténtica fortuna). Vista la factura trató de negociar a la baja saliéndole bastante rana el asunto porque la tasación lo valoró en 1700. Consiguió finalmente pagar sólo los 1200 ducados. No sé si tuvo que poner de su bolsillo o bastó con lo que pagaron los vecinos a escote en concepto de atrasos e intereses.
¿Cómo llegar a Orgaz?
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