Bragança nació como una parada en el camino que iba de Zamora a Oporto, aunque en el pasado ya tuvo ocupación por parte de los romanos. Situada estratégicamente, Bragança conoció tiempos tumultuosos en los primeros siglos de Portugal como nación independiente, debido a los roces entre las coronas Leonesa (después castellana) y lusa.
Debido a eso la zona fue convenientemente fortificada, y lo que un día fue una parada para que los viajeros descansasen en la ruta entre Zamora y Porto se convirtió en una plaza fortificada de primer orden y muy cuidada por los monarcas portugueses.
Estos muros son el origen y primer bastión de la dinastía de Bragança, la última reinante en Portugal y la que conoció mayores glorias dentro de la historia del país, ya que los reyes de esta dinastía lo fueron también del Reino del Algarve y emperadores de Brasil.
Hoy en día la vida se ha desplazado de lo que es el castillo, emplazamiento original de la ciudad, a las faldas de la colina en que se asienta, aunque merece la pena darse un paseo por sus callejuelas, a pesar de que necesitan un poco más de atención por parte del concelho
Esta esquina noreste de Portugal está muy poco explotada turísticamente y se hace poco o nada por poner en valor sus tesoros. La señalética es, en algún caso, lamentable.
La Domus Municipalis de Bragança
Cuando uno se pregunta "¿qué ver en Bragança?" inevitablemente se debe pensar en uno de los misterios arquitectónicos de la península ibérica es esta construcción situada en medio del recinto amurallado de Bragança.
Se sabe que en algún momento fue sede del poder municipal y se sospecha que en algún momento fue una cisterna para almacenar agua, lo que en épocas más turbulentas era vital para resistir los asedios a que fue sometido el castillo, situado en un punto estratégico ya que está en la ruta que une Oporto con Castilla.
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